Era la hora magica para la foto y caminaba rapido para plasmar el atardecer en el horizonte. Pero aparecio un ciclista solitario y en un instante -en un solo instante- al coronar el cambio de rasante, lo pude captar discretamente mientras se aproximaba a la camara. Aqui la Leica supo cumplir su cometido: el ciclista ni se apercibio...