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Eugeni Forcano el día de su 90 aniversario © Josep García

Cita Iniciado por Ana Ferrer para el Periódico
Fue uno de los fotógrafos más destacados de la Barcelona de los 60 y 70, pero fue también uno de los menos reconocidos, no profesionalmente (en el 2012 fue Premio Nacional de Fotografía) pero sí popularmente. ¿Por qué? Era un espíritu libre, poco gregario, y poco dado a la vida social. Tenía un estilo muy propio y marcado, y no frecuentó los ambientes de moda, vamos, la 'gauche divine'. Lo suyo era vocacional y casi religioso: captar la emoción y emocionarse con ello. La gente. El momento. Siempre robado, nunca ofensivo. La dignidad del retratado, ante todo. Era Eugeni Forcano (Canet de Mar, 1926). Murió la madrugada del domingo al lunes dejando un gran vacío en el mundo de la fotografía, un legado por custodiar y una gran retrospectiva por presentar, en Barcelona.

Lo primero está en manos del MNAC, o del presupuesto. El fotógrafo mantuvo contactos para ceder su archivo al Palau Nacional, pero no hay nada cerrado, cosas de la falta de recursos. Sí donó, en el 2009, al Arxiu Fotogràfic de Barcelona 650 fotografías sobre la ciudad. Y en el 2011, un buen número de originales a su pueblo natal. Lo segundo, la gran muestra sobre su trayectoria, no está lejos. Hay instituciones volcadas en ello. El cuándo y el dónde están por concretar. Aunque sí ha hay una gran antológica en cartel, fuera de Barcelona, la que la Fundació Vila Casas tiene en marcha, hasta el 20 de mayo, en el Palau Solterra de Torroella de Montgrí (Baix Empordà) bajo el título ‘La vida atrapada al vol’.

Vergés, Luján y Pla
Vocacional pero tardío. Forcano a los siete años ya fantaseaba con la imagen cuando al pasar frente al escaparate del fotógrafo de Canet quedaba embobado, pero no fue hasta los 34 años que se dedicó a ello profesionalmente. Antes siguió en el negocio familiar textil, se hundió con Julio Muñoz Ramonet, y montó una empresa de reparto con triciclos. La fortuna le llegó con la revista 'Destino'. Ganó un concurso de fotografía convocado por el semanario y dejó los negocios y la corbata por la creatividad y sus llamativas camisas, su característico bigote ya lo llevaba incorporado. Y así pasó a hacer las portadas de 'Destino', desde 1960 hasta 1974, además de entablar amistad con el editor Josep Vergés, el director Néstor Luján y el escritor Josep Pla. De este último es muy conocido un retrato que le realizó envuelto en el humo de su puro ('Josep Pla inmerso en su mundo mágico', (1967). Es de los pocos retratos que hizo. El otro afortunado fue Joan Miró. Punto.

El resto que pasaron por su cámara fueron anónimos a los que Forcano captó con toda la humanidad y dignidad del mundo. Un mundo, en los 60, donde las penurias, pese a los supuestos progreso y apertura, seguían a la orden del día. Ahí está 'El hombre del saco de la calle de las Moscas' (1962), lo que el fotógrafo resalta no es la miseria del protagonista sino eso, su enorme dignidad. De "magníficas e insuperables" tildó sus instantáneas Pla, de las que también dijo: "En estas fotografías hay una cosa que me ha impresionado vivamente, y es que solo con mirarlas un momento se adivinan —a mi entender— con gran exactitud los diálogos que las figuras han entablado". No iba errado el escritor. Para Forcano sus imágenes tenían que explicar una historia. Por ello todas tienen título.

Publicidad, moda y experimentación
Cargado de paciencia y atención salía a la calle con la cámara medio escondida, una Rolley que le permitía enfocar sin apuntar directamente, y esperaba atentamente el momento que había imaginado, luego ideaba un título y finalmente disparaba. "Cazador de imágenes", le bautizó Josep M. Espinàs. Y de personas, ya que es lo que realmente le interesaba a un fotógrafo cuyas instantáneas destilan honestidad, integridad y un gran humanismo, incluso las que no muestran ninguna figura. Son fotografías para mirar despacio: sobrecogedora la del niño rezando ante una cruz en la fosa común de Montjuïc, '¿Cómo entender la muerte tan pronto?' (1963); divertida la del mercado de Banyoles en la de un cesto sale la pata de una gallina y al lado hay una joven con las piernas al aire, 'Pata que quiere tocar muslo' (1966).

Hasta aquí la fotografía social y en blanco y negro; pero también hubo moda, publicidad y experimentación, estas, en color. Colaboró con varias marcas, pero su trabajo más sonado fue para la leonesa Tilsa. Se llevó las modelos hasta León y las fotografió rodeadas de mineros ante la mirada atónita de los campesinos. Modernidad y conservadurismo. Aunque lo suyo era posar en el estudio. Un rincón tocado por el 'horror vacui' –cuando Miró lo vio no paraba de musitar: "Punyeta. Oh. Punyeta. Oh"– llenó de cachivaches rescatados de los Encants. Sitio por el que Forcano le gustaba pasear en busca de tesoros, como la cruz que, junto al bigote y las camisas vistosas camisas, formaba parte de su atuendo.

La experimentación la basó en montajes surrealistas y fotografías realizadas a partir del efecto de la luz y sin cámara, una técnica de la que jamás reveló su proceso y que le supuso seis años de trabajo en el laboratorio. Tres vertientes de una misma personalidad: un profesional inclasificable, de una gran humanidad, que apostó tanto por la fotografía social como por la investigación fotográfica, amén de la comercial.